INTEGRANTE DEL CÍRCULO DE ESCRITORES FEDERALENSES COMPARTE SUS MEMORIAS
VIEJO BARRIO DE LA ESTACIÓN (Eduardo cardoso)
Cuanta nostalgia sentí al volver, al barrio donde me crié, por empezar no encontré, vida alguna en la estación, los galpones todos vacíos, y en sus vías ningún vagón. Sus andenes desolados, tapados por las malezas, me causaron una tristeza, que inundó mi corazón.
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Los taxistas… ya no hay ninguno, ni su parada, ni en kiosco de Don Justo, donde mi padre con gusto, al salir de trabajar, nos llevaba los maníes, que recién dejaba de tostar.
Ni el hotel de Don Cefero, tampoco el de Zacarías, recuerdo aquellos días, cuantos viajeros alojaban, y hoy ya no queda nada, solamente su estructura, para algunos nostalgiosos, en el recuerdo perduran.
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En la calle principal, el progreso ha cambiado todo, la peluquería de Manocho, ya no está. Tampoco lo de Machito, donde los parroquianos, iban a doblar el codo. No está la veterinaria, ni el bar de Don Aníbal, donde los muchachones, contaban sus “agachadas”, y en la mesa de billar, pegaban unas “tacadas”.
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La capilla en la esquina, le da belleza al paisaje, con su color y su brillo, se asemeja a un espinillo, que tiene en flor su ramaje.
El almacén mayorista, se ha convertido en un supermercado, pero queda la panadería, que tiene su trayectoria, y con alguno de la familia, ya son parte de la historia.
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Recuerdo en la otra cuadra, la carnicería de Don Cándido, la gran tienda de Don Fernando, la relojería, lo de Felipe, y en la esquina, la ferretería, es lo único que está quedando.
La vieja carpintería, sigue viva en la Belgrano, porque “El Chino” con sus manos, para atender algún viejo cliente, pone en marcha la maquinaria, y hace que siga vigente.
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En la vereda de en frente, la tienda de Don Marcelo, se transformó en regionales, y la vieja cooperativa, que atendía a los ferroviarios, ahora es una farmacia, que ha cambiado el mobiliario.
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Donde era la Terminal, solo le quedo el nombre, la tienda, la mueblería, y el consultorio vacío de aquel “Doctor de los pobres”… Y allá en la esquina de Artusi, sigue erguido y de pié, aquel familiar hotel, que ha cambiado su estructura, pero en el barrio perdura, y aún sigue latente, con su cordial atención, hospedando a mucha gente.
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No me olvido del viejo cine, tampoco de la “Comercial”, ni la cancha de paleta, cuando en aquellas siestas, con los gurises del barrio, solíamos jugar.
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La vieja casa paterna, aún la tengo en las retinas, con el zaguán y su larga galería, que terminaba en comedor… cuantos momentos en familia, llenos de paz y amor. El corredor de ladrillos, y después el gran patio con sus árboles y la gran huerta con verduras, para que la economía de la casa, no se haga tan dura.
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Los dos perros, la gatita, y el loro, eran parte del decoro, de aquel ambiente familiar, por eso, hoy quise contar, lo vivido en ese barrio, cual si fuera un corolario de esa linda niñez, que recuerdo con emoción, al caminar por tus calles,… Viejo Barrio de la Estación. (Especial para Revista Desde Federal)
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